miércoles, 9 de marzo de 2011

La carta que mi madre quiere escribir

Existen inquietudes, tristezas, que de vez en cuando tienen que explotar de la tinta de los dedos de las manos. Realmente no sé cuál es el sitio adecuado para publicar estas letras, pero, ya que mis quejas se refieren a un tema económico, supongo que se tienen que refugiar aquí, cerquita del sofá de mis trabajos.

Ayer tuve en mis manos la revista El Jueves, sus ironías versaban sobre el paro y de una forma simpática mostraban el perfil de “el parado”. Tuve que reírme, no podía llorar por verme reflejada en esa tira cómica, si, esa era yo, pero ¿para qué negarlo? Son tan buenos.

Hoy sigo esperando una carta que mi madre iba a escribir quejándose sobre mi situación. ¿Cómo es posible que a tu edad te sigan formando sin pagar nada? A mi edad, 27 años, toda una mujer. Una mujer preparada para vivir su futuro, no su presente. Un futuro lleno de oportunidades laborales, retos profesionales en los cuales cada nuevo trabajo ofrece una nómina acorde con su profesión y trabajo. Un futuro en el cual puedo independizarme, vivir, formar una familia, viajar, renovar mi vestuario, ayudar a mis padres…

En esa carta, mi madre quería explicar que cuando ella era joven y te hacían un contrato de aprendiz te pagaban algo, lo suficiente para motivar al joven trabajador. Posteriormente, cuando dejaba de ser aprendiz ya tenía una nómina como una persona normal y corriente.

¿Contrato?, ¿nómina? Mi madre me contaba todo eso con palabras tan técnicas y difíciles de entender, ¿Realmente existe? ¿Tenemos derecho a tener un contrato? ¿Tenemos derecho a cobrar un sueldo? A mi edad, eso parece tan difícil de encontrar.

Siento como mi madre me mira y siente pena por mí. Sabe que han sido muchos los intentos por conseguir algo mínimamente decente. Ella a mi edad se quedó embarazada de mí, ya se había casado y vivía en su piso con mi padre. Ella a mi edad trabajaba mucho, ganaba bien y aunque no tenía estudios su futuro laboral era muy prometedor.

Desde que me he licenciado no he parado de encontrar obstáculos. Nadie me quiere hacer un contrato porque soy lo que soy, licenciada y siempre quieren acogerse al contrato de prácticas, que sí, que se me puede hacer pero de forma normal, no por medio de ninguna universidad, entonces, por arte de magia, ya dejo de ser interesante. Así, le quitan las ganas a nadie de licenciarse y mucho menos de estudiar una carrera. ¿Para qué?

Mi madre me abraza y me intenta animar. Ella ora todas las noches por mí, quizás pronto sus oraciones tengan una respuesta positiva. Mientras, yo escribo esta carta por ella, sé que no tengo la suficiente destreza para expresar realmente lo que ella siente. Sus inquietudes son mucho más profundas que las mías. Además, ella escribiría con la pasión de una madre defendiendo a su hija, ese fuego interno solo lo siente una madre y por mucho que yo trate de darle sentido a todo esto hasta que yo no sea madre no podré sentirlo.

Luego, cuando llego al final de las letras, no sé por qué razón siento un extraño sentimiento de culpabilidad, ¿quién me manipula para hacerme sentir mal por expresar mis sentimientos? ¿Acaso yo no merezco tener un contrato? ¿Una nómina? Quién sabe, quizás no.

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