Querida agencia; No te olvides de mí, porque yo no me olvido de ti. Quizás tu no me conozcas, pero yo a ti sí...
En esta mañana de primavera, de repente, he sentido una necesidad increíble de escribirte, no quiero que pase más tiempo sin abrirte mi corazón, quiero que entiendas mis sentimientos, que seas consciente de lo “prendada” que me tienes.
Desde mi adolescencia, supe que las “artes” me llamaban la atención, el cine, la música, las letras, la fotografía... y descubrí que una forma divertida de trabajar con estas herramientas era la publicidad. ¿Quién crea la publicidad? Y un hombre sabio me dijo, “las agencias de publicidad”, ¡Oh! ¡Qué gran descubrimiento! ¡Quiero trabajar en una agencia de publicidad! Si, claro que si, pero para eso, tienes que estudiar la carrera.
La historia esta escrita, de cabeza entré en la Universidad de Alicante, a estudiar esta fascinante carrera. Durante mis años universitarios conocí a gente increíble, grandes personas que al día de hoy se han convertido en mis amigos. También descubrí la desesperación, desesperación por querer llegar a ser la mejor y descubrir que cada persona tiene sus limitaciones. Supe lo que era estudiar y trabajar, por las mañanas trabajaba como teleoperadora y por las tardes hincaba los codos. Fueron muchas las noches que vi las estrellas desde las ventanas de la biblioteca, a veces, hasta le pedía algún deseo a la Luna... “por favor, quiero trabajar en una agencia...”
Muchos profesores nos hablaban de las agencias, nos contaban historias del “más allá” y del “más acá”. Supe, que hay distintas agencias; locales, otras globales, sus reglas de oro, de plata, sus estrellas del rock como Ogilvy, sus manías, sus éxitos. ¿Cómo es ella? ¿Quién es ella? “Ella, se hace fría y se hace eterna...” ella... mi agencia...
Durante seis años suspiraba por conseguir trabajar en una agencia, quería aprender, quería crecer, quería conocerla, escudriñarla, mimarla, amarla, sentirla... y por unos instantes lo conseguí. En mi penúltimo curso de carrera pude realizar las prácticas en una agencia de publicidad. Fue una experiencia única, grande, sublime, pero me quedé insatisfecha. Ese verano pude conocer qué era trabajar en una agencia de publicidad, “no es oro todo lo que reluce” ni mucho menos, pero a mí me daba igual, lo importante era que estaba dentro y podía aprender.
Terminó mi periodo de prácticas, reconozco que llore, esa noche lloré, yo quería quedarme, quería seguir aprendiendo, pero no había sitio para mí.
Finalicé mi carrera, después de seis años lo conseguí y rápidamente me puse a mandar CV a la ciudad de Alicante, aunque el mundo, “perfecto destructor de sueños” tenía una mala noticia para mi, “La Crisis y su puñetera madre”, ¿Qué va a ser ahora de mí?
Al día de hoy, sigo suspirando por ti, amada agencia, se que en algún lugar de tu corazón tienes un hueco para mi, un rincón donde pueda acurrucarme, sentir a tus anunciantes, tocar tus campañas, saborear tu lluvia de ideas, oler el café rico de la cocina (toda agencia tiene una cocina con café, lo sé) conocer a tus otros amantes, tus diseños, tus textos, tus fotografías, tus anuncios, tu mundo...
Quiero aprender, evolucionar, crecer, trabajar, quiero conocerte, querida agencia, no te olvides de mí.